Un Colegio Marista con el nombre de su fundador
Para hablar sobre los maristas en Guadalajara hemos de remitirnos a 1789, año en que nace en un pueblecito de Francia Marcelino Champagnat, el que será el fundador de los Hermanos Maristas y el patrón que da nombre al Colegio Marista Champagnat.
Nació el 20 de mayo de 1789 en Marlhes, una localidad donde predominaba el analfabetismo. Su madre y su tía sirvieron de modelos y guías para la afirmación de sus primeros pasos como creyente, su crecimiento en la fe y la oración, y el despertar de su devoción a María. La formación intelectual del joven Marcelino resultó bastante laboriosa por la falta de maestros competentes. Se sabe que se negó a volver a su escuela después de ver como su maestro trataba brutalmente a un alumno; por lo que se dedicó a trabajar en la granja de sus padres. En 1805, casi analfabeto, respondió a la llamada de Dios e ingresó en el seminario mayor de Lyon, donde recibiría formación teológica y espiritual.
Una vez ordenado sacerdote, el 22 de julio de 1816, fue destinado como coadjutor a la villa de La Valla. Pronto le impresionó el aislamiento y la pobreza cultural de esta zona rural de montaña. Además, la enseñanza, como profesión, estaba muy poco considerada y tan pobremente pagada que solamente atraía a candidatos cuya capacidad y preparación dejaban mucho que desear.
A finales de octubre de 1816 le llamaron para que acudiera a la casa de un joven de 17 años llamado Jean Baptiste Montagne, que se moría sin apenas haber oído hablar de Dios. En los ojos de aquél muchacho percibió la llamada de millares de jóvenes que, como él, eran víctima de una trágica pobreza humana y espiritual. Este hecho le movió a entrar en acción y el 2 de enero de 1817 reunió a sus dos primeros discípulos para formar los Hermanos de María, dedicándose a la enseñanza en favor de aquellos niños pobres que se veían privados de educación cristiana.
Los primeros hermanos eran jóvenes campesinos, la mayoría entre 15 y 18 años de edad. Marcelino transmitió a estos muchachos su entusiasmo apostólico y educativo. Vivió entre ellos como uno más. Les enseñó a leer, escribir, sumar y restar, a rezar y a vivir el Evangelio cada día para llegar a ser una comunidad de maestros y educadores religiosos. Pronto les envió a los caseríos más apartados de la parroquia para que enseñaran a los niños -y a veces también a los adultos- los principios de la religión y las primeras nociones de lectura y de escritura. Entre 1817 y 1824 organizó una escuela primaria en La Valla, y la utilizó simultáneamente como ámbito de formación de educadores, en la cual los hermanos jóvenes realizaban sus prácticas de enseñanza.
En el transcurso de los años 1824 y 1825, aquella pequeña comunidad había aumentado y Champagnat tuvo que construir una casa de formación amplia, en un valle próximo a la ciudad de Saint Chamond. Le puso el nombre de Nuestra Señora del Hermitage. Con el tiempo llegaría a ser el centro de una red de escuelas primarias cada vez más numerosas y mejor organizadas. La opción que tomaron Marcelino y los hermanos fue la de reducir todo lo posible la aportación económica de los alumnos, y, consecuentemente, llevar una vida más austera.
Para Marcelino, la vida encuentra su máximo sentido en su dimensión espiritual. Durante los 51 años de su vida, Marcelino trabajó consumiendo sus fuerzas hasta el agotamiento, para afianzar su familia religiosa de educadores. Cuando murió el 6 de junio de 1840, contaba ya con 290 hermanos distribuidos en 48 escuelas primarias.
La Santa Sede aprobó la Congregación en 1863. En diciembre de 1886 vinieron a España los primeros hermanos maristas. Hoy estamos repartidos por los cinco continentes en 82 países, donde en torno a 50.000 hermanos y laicos trabajamos en la educación de unos 650.000 niños y jóvenes. En 1922 el P. Marcelino fue proclamado Venerable y en 1955 Beato. El 18 de abril de 1999 fue declarado Santo.